La “narcoelección” por Rubén Cortés

Es inquietante que el encargado de mantener la gobernabilidad crea que el narco intervino en las elecciones de Michoacán, cuando ya tomó posesión el nuevo gobernador, y el Tribunal Electoral las validara, al no encontrar pruebas contra la equidad y la libertad de sufragio.

El secretario de Gobernación aseguró a Reforma que “hay casos como éste de Michoacán, con hechos evidentes y palmarios ante la opinión pública, que señalan que alrededor de los procesos electorales hay una actividad de la delincuencia organizada”.

Turbador es también que Alejandro Poiré lo dijera un día después de que el Presidente rectificara y ofreciese actuar como demócrata en este proceso electoral, tras mostrar una encuesta en la que la ventaja entre los candidatos del PRI y del PAN a la Presidencia se acortó a 4 cuatro puntos.

Poiré piensa que la injerencia de la delincuencia organizada en la contienda sigue siendo un riesgo, tal y como entiende que ocurrió en la elección michoacana, que ganó el priista Fausto Vallejo a la hermana del Presidente, Luisa María Calderón.

Dos hechos (la encuesta del Presidente y la entrevista de Poiré) que hacen pensar que el gobierno actúa electoralmente, sin atenerse a las reglas democráticas, lo cual lo convertiría en un gobierno faccioso.

Esto no sólo lesiona la democracia, pues con tal de atacar a un adversario político se hacen afirmaciones sin sustento real que parecieran buscar ilegitimar un proceso electoral en el que se prevé que el partido del gobierno puede perder.

Peor es que Reforma cabeceara la entrevista como “Ve Poiré riesgo de narcoelección”, siendo que éste no mencionó la palabra “narcoelección”, aunque diera pie al hablar de que “alrededor de los procesos electorales hay una actividad de la delincuencia organizada”.

Porque si es posible una “narcoelección”, entonces en efecto somos un Estado fallido: el diario afín al gobierno denigra nuestro sistema democrático, al país y al propio gobierno, que en cinco años de sangrienta guerra antinarco no puede impedir una supuesta “narcoelección”.

Pero Reforma es una empresa privada.

En cambio las declaraciones del Presidente y del secretario de Gobernación, a favor de su partido y en contra de otro, representan una degradación del Estado: violentan las leyes y enconan a la sociedad porque imponen intereses particulares por encima de los nacionales, que un gobierno democrático debe representar.

La única vía para apoyar al partido propio es hacer un buen gobierno. Convertirse en un gobierno faccioso supone una falta de confianza en lo realizado para que los electores escojan una continuidad; es un intento de forzar la realidad, de recurrir a casi todo, a querer ganar por la mala lo que no se pudo conquistar por la buena.

Y eso, en el fondo, es una declaración de impotencia.

ruben.cortes@razon.com.mx
Twitter: @ruben_cortes

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